La historia es más o menos así.
En el reino unido en su departamento a una mujer de cuarenta años que llevaba 2 años muerta frente a su televisor encendido.
Joyce Vincent tuvo un pasar ingrato, pero un final absurdo e injusto.
Su marido la maltrataba y cuando acabó de hartarse con la situación, buscó auxilio en un grupo de apoyo que le facilitó un departamento en un block habitado por otras mujeres en igual situación.
Allí se instaló Joyce buscando la buena vida que quienes no estaban en su pellejo garantizaban que estaba allá afuera, en alguna parte lejos de los golpes. El estado le pagaba parte del arriendo así que solo restaba lamerse las heridas un tiempo y comenzar nuevamente.
Probablemente se sitió apoyada por algunas personas, en quienes creyó podría confiar y encontrar ánimos para reincorporarse como persona. Tanto así que para esa navidad que se aproximaba, no escatimó en tener un gesto para con ellos, en darles una demostración de afecto y darles entender que para ella eran importantes y que los tenía presentes. Por eso hizo un alto en su rutina y pasó por la tienda a ver algunos regalos.
Pero como el destino suele ensañarse con algunas personas dibujándoles caminos absurdos, dos años después el administrador del block decidió forzar la puerta del departamento. Los gastos comunes que no cubría el estado se habían acumulado y sospechaba que alguien se había escapado sin cancelar.
Al abrir la puerta seguramente quedó impresionado. A sus pies le recibieron cantidades de correspondencia amontonada y unos cuantos metros el tele prendido frente al cuerpo de Joyce.
Muy cerca de ella algunas bolsas de una tienda que, irónicamente, había quebrado hace un tiempo ya. Dentro de ellas, las compras intactas, algunos alimentos con fecha del 2003 y algunos regalos navideños.
Desde esas fechas, hasta la aparición del administrador, nadie había mostrado real interés en lo que ocurría con Joyce.
Los forenses dicen que pese a lo avanzado del estado de descomposición, no hay señales de la intervención de terceros en su muerte.
Entonces, la pregunta es... a qué clases de infelices iban dirigidos esos regalos?. Los eventuales receptores de esas atenciones jamás se preocuparon en años por ella?.
Seguramente su marido era un bruto criado en la falocracia, sus nuevos vecinos por su parte seguro tenían ya suficiente con sus vidas. Pero esas personas en quien ella pensó sorprender con un obsequio, esos a quienes les dedicó el tiempo de escoger algo pensando en sus individualidades, gustos e intereses ciertamente no tuvieron la cortesía de la reciprocidad. No la tuvieron tan presente como ella a ellos y acabaron por fallarle.
En el reino unido en su departamento a una mujer de cuarenta años que llevaba 2 años muerta frente a su televisor encendido.
Joyce Vincent tuvo un pasar ingrato, pero un final absurdo e injusto.
Su marido la maltrataba y cuando acabó de hartarse con la situación, buscó auxilio en un grupo de apoyo que le facilitó un departamento en un block habitado por otras mujeres en igual situación.
Allí se instaló Joyce buscando la buena vida que quienes no estaban en su pellejo garantizaban que estaba allá afuera, en alguna parte lejos de los golpes. El estado le pagaba parte del arriendo así que solo restaba lamerse las heridas un tiempo y comenzar nuevamente.
Probablemente se sitió apoyada por algunas personas, en quienes creyó podría confiar y encontrar ánimos para reincorporarse como persona. Tanto así que para esa navidad que se aproximaba, no escatimó en tener un gesto para con ellos, en darles una demostración de afecto y darles entender que para ella eran importantes y que los tenía presentes. Por eso hizo un alto en su rutina y pasó por la tienda a ver algunos regalos.
Pero como el destino suele ensañarse con algunas personas dibujándoles caminos absurdos, dos años después el administrador del block decidió forzar la puerta del departamento. Los gastos comunes que no cubría el estado se habían acumulado y sospechaba que alguien se había escapado sin cancelar.
Al abrir la puerta seguramente quedó impresionado. A sus pies le recibieron cantidades de correspondencia amontonada y unos cuantos metros el tele prendido frente al cuerpo de Joyce.
Muy cerca de ella algunas bolsas de una tienda que, irónicamente, había quebrado hace un tiempo ya. Dentro de ellas, las compras intactas, algunos alimentos con fecha del 2003 y algunos regalos navideños.
Desde esas fechas, hasta la aparición del administrador, nadie había mostrado real interés en lo que ocurría con Joyce.
Los forenses dicen que pese a lo avanzado del estado de descomposición, no hay señales de la intervención de terceros en su muerte.
Entonces, la pregunta es... a qué clases de infelices iban dirigidos esos regalos?. Los eventuales receptores de esas atenciones jamás se preocuparon en años por ella?.
Seguramente su marido era un bruto criado en la falocracia, sus nuevos vecinos por su parte seguro tenían ya suficiente con sus vidas. Pero esas personas en quien ella pensó sorprender con un obsequio, esos a quienes les dedicó el tiempo de escoger algo pensando en sus individualidades, gustos e intereses ciertamente no tuvieron la cortesía de la reciprocidad. No la tuvieron tan presente como ella a ellos y acabaron por fallarle.
Bibliografía: Periodista Digital