Primera LLuvia del año
Amaneció nublado y fresco. Tal como me gusta.
Así que me levanto tempranito para hacer mis trabajos.
Salgo de chalequito con cierre y pantalón de tela a tomar la micro.
A los minutos veo con horror que mi ventana comienza a lucir salpicada.
No importa, pasará, pienso.
Comienzo a caminar por Miraflores en dirección al parque forestal y comienza a diluviar como en los mejores temporales pasados.
La gente se guarece bajo las cornizas, se cubren con carpetas o con plásticos. Todos pobres adoradores del sol sorprendidos por San Pedro.
Veo chicas de blusa, pantalón pescado y sandalias que corren mojadas a más no poder.
Y mi chaleco, absolutamente humedo y pesado. Mis pantalones están oscuros de empapados, al igual que mis zapatillas.
Pero no me apuro, me dejo mojar tranquilamente. Siempre me gusto esto... es tal vez un vestigio animal que me comunica con mi pendex inmediato.
Comienza a llover más fuerte e incluso con un poco de viento. Me da risa nerviosa y comienzo a caminar un poco más apurado. Feliz y dichoso de hacerme una autotravesura, de quedar mojado a más no poder, de sentir los pasos de mis zapatillas pasadas de agua, de correr bajo la lluvia jugando solo. De tener un frío alegre.
Hasta que alguien dice “pelao ridículo” cuando paso...
Eso me trajo a tierra.
Me fui al cajero a sacar plata.
Con gente así ya no es divertido jugar en la lluvia.
Así que me levanto tempranito para hacer mis trabajos.
Salgo de chalequito con cierre y pantalón de tela a tomar la micro.
A los minutos veo con horror que mi ventana comienza a lucir salpicada.
No importa, pasará, pienso.
Comienzo a caminar por Miraflores en dirección al parque forestal y comienza a diluviar como en los mejores temporales pasados.
La gente se guarece bajo las cornizas, se cubren con carpetas o con plásticos. Todos pobres adoradores del sol sorprendidos por San Pedro.
Veo chicas de blusa, pantalón pescado y sandalias que corren mojadas a más no poder.
Y mi chaleco, absolutamente humedo y pesado. Mis pantalones están oscuros de empapados, al igual que mis zapatillas.
Pero no me apuro, me dejo mojar tranquilamente. Siempre me gusto esto... es tal vez un vestigio animal que me comunica con mi pendex inmediato.
Comienza a llover más fuerte e incluso con un poco de viento. Me da risa nerviosa y comienzo a caminar un poco más apurado. Feliz y dichoso de hacerme una autotravesura, de quedar mojado a más no poder, de sentir los pasos de mis zapatillas pasadas de agua, de correr bajo la lluvia jugando solo. De tener un frío alegre.
Hasta que alguien dice “pelao ridículo” cuando paso...
Eso me trajo a tierra.
Me fui al cajero a sacar plata.
Con gente así ya no es divertido jugar en la lluvia.